Cuando hablamos de alimentación, lo primero que surge son las calorías, los nutrientes y hasta si un alimento engorda o no. El problema es que nos olvidamos algo que nos ofrece los alimentos, antes de que nuestro cuerpo pueda extraer sus nutrientes: sensaciones.

Gracias a nuestros sentidos podemos detectar estas sensaciones y ¡no son nada inservibles! Estas sensaciones captadas gracias a nuestros sentidos de olfato, vista, audición y tacto ofrecen información a nuestro cerebro muy importante, la cual será promotora de nuestra relación alimentaria.

Los alimentos poseen atributos sensoriales tales como sabor, color, olor, gusto y tacto. Esa información llega a nuestro sistema nervioso central y cada individuo tendrá una manera diferente de interpretar ese estímulo, ya que todos tenemos una condición fisiológica, psicológica y sociológica particular. La primera se refiere a la capacidad innata para captar estímulos, la segunda a la posibilidad de experimentar una sensación y formular una respuesta y la tercer condición tiene que ver con las diferencias por edad, sexo, hábitos alimenticios, creencia religiosa, condición social, entre otros factores.

La capacidad y la manera de captar estos estímulos es en gran parte una construcción que se genera desde la vida intrauterina, es importante reconocer los atributos que nos brindan los alimentos y generar experiencias y relaciones positivas en torno a eso.

El olfato es el sentido que más se recuerda y el que más emoción genera y es una invitación para aceptar o rechazar. Como así también a nivel fisiológico, nuestro sistema digestivo se prepara para la digestión. Parte del placer alimentario tiene que ver con los olores, los registremos y generemos conductas positivas.

El gusto esta muy relacionado con el olor y actúan en consonancia. Las encargadas de conocer estos sabores son nuestras papilas gustativas, las mismas pueden verse afectadas en personas fumadoras o en algunas enfermedades.

El uso de diferentes condimentos naturales nos genera placer y añade saciedad al alimento, nos deja sastifechos y colmados de sabores.

El sentido de la vista es el que puede impresionar más a nuestra mente. La mente comprende mejor lo que ve y lo recuerda durante más tiempo. En este sentido, el color puede jugar un papel decisivo influyendo en nuestra experiencia sobre el sabor de los alimentos.

El sonido en determinados alimentos juega un papel fundamental. En productos como los aperitivos de bolsa y los frutos secos se valora mucho la textura y, sobre todo, el oído. El famoso crunch que se busca tiene que ver con ese sonido que generan algunos alimentos al masticar.

Las texturas (tacto) pueden hacer que elijamos o rechacemos una preparación con mucha facilidad. Sin ir más lejos, al comprar un alimento este siempre pasa por nuestras manos, principalmente frutas y verduras, para ver que tan firmes o blandas están. Las texturas al masticar también son muy importantes y nos traen diversos recuerdos, algunos agradables y otros no tantos.

Tener registro de lo que nos generan las distintas sensaciones nos permite construir una mejor relación alimentaria y poder disfrutarla en su gran espectro.