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¿Somos un cuerpo o somos una mente?

¿Somos un cuerpo o somos una mente?

Muchas veces caemos en el error de separar nuestra mente de nuestro cuerpo, o viceversa. Como si de verdad estuviéramos desconectados. Nada más alejado de la realidad.


¿Somos un todo o estamos fragmentados?


En muchos aspectos se ha trasladado esta concepción, utilizando prácticas sedentarias para los “trabajos mentales” y delegando la práctica motriz a cuestiones relacionadas al movimiento sin incorporar desafíos cognitivos. Es así que a las diferentes prácticas activas (con movimiento) se le suelen adjudicar objetivos relacionados a lo estético o a lo saludable orgánicamente.


La cuestión es que somos un cuerpo, y con esto hacemos referencia a que nuestro organismo influye en nuestros pensamientos y formas de sortear las dificultades que requieren de nuestra capacidad cognitiva, y viceversa. 


Sino, cómo puede ser que haya veces que hacemos la misma rutina y nos sentimos Schwarzenegger y otras, más bien débiles, como el hombre de cristal. 


¿O cómo es posible que haya veces que rindamos diferente en una misma práctica deportiva? Como cuando solemos decir “hoy jugué muy bien, pero el otro día no sé qué me pasaba” …


Esto es que lo que nos pasa, lo que sentimos, pensamos, también lo somatizamos. Porque el cuerpo expresa lo que siente y actúa como tal. Entonces… ¿Somos un cuerpo? ¿Somos una mente?


¿Cómo es posible que nos afecte lo que hagamos con nuestro cuerpo en nuestros pensamientos y viceversa?


Parece que no estamos tan fragmentados, como lo creímos por mucho tiempo… Creemos que las prácticas que involucran la mente deben ser sedentarias, pero nada más alejado de la realidad…


Nuestros pensamientos, razonamientos, sentimientos, todo lo que pudiera ser “mental”, tiene relación también con lo “corporal”. Y a su vez, lo que hagas con tu cuerpo, afecta en tu persona, en todos los aspectos.


Influenciar lo que hacemos y sentimos


Entonces, podemos decir que hay ciertos sentimientos, sensaciones, pensamientos que podes adquirir a través de diferentes prácticas que involucren movilidad en tus músculos. 


Esto es, porque la activación muscular pone en marcha una serie de sustancias químicas activas, altamente eficaces, que ayudan, entre otras cosas, a reducir el nivel de grasa, a la vez que mejora el desarrollo muscular y aumenta el rendimiento corporal. A su vez, se provocan cambios posteriores a esta práctica que involucran la segregación de una serie de hormonas, como la testosterona, la adrenalina, el cortisol o las endorfinas. Traducido a su estado: estos químicos le producirán un estado transitorio de relajación, de satisfacción, realización, felicidad que puede durar varias horas, según la intensidad del entrenamiento.


Estos efectos perduran en el tiempo a medida que aumenta la frecuencia de la práctica corporal en cuestión. A la relajación de la primera media hora, habría que añadir rapidez mental, mejora en la toma de decisiones, menor ansiedad, menor estrés, quema de calorías y sensación de bienestar.


Hay muchos deportes o ejercicios que requieren toma de decisiones técnicas y tácticas que van desde la ubicación dentro de una cancha (lo cual implica entender el contexto de juego), como algunas de velocidad, respiración, de postura de diferentes partes del cuerpo, de ritmo y además hay prácticas corporales que demandan unos niveles altos de atención que estimulan dicha cualidad, teniendo transferencia a otras actividades cotidianas que también demanden cierta meditación. Algunos estudiosos aconsejan: “¿estudiar después de un partido de fútbol? No es mala idea".


Podemos generar nuestro propio "estado de ánimo"


Al principio, cuando comenzamos a realizar un programa de ejercicios, midiendo bien la intensidad, estos efectos nombrados tienen un tiempo de duración relativamente corto, pero a medida que el cuerpo va generando adaptaciones con el paso de los entrenamientos, las sensaciones y el bienestar general son duraderos y pasa a ser nuestro estado de ánimo habitual, es decir, el cuerpo se adapta a esos niveles hormonales.


Podemos concluir diciendo que...

Siempre es una buena excusa ir a entrenar. Ya sea cuando estás feliz, enojado, triste, cansado, enamorado, solo o estresado, porque tus hormonas potencian la sensación de bienestar, la mantienen y si no la tenés, la crean. Como bien dijimos, mientras te mantengas más constante y logres frecuencia, estas sensaciones van creando adaptaciones, provocando que te sientas bien, feliz y a gusto, como tu estado de ánimo habitual. 


Ojo, no es que soluciona todos nuestros problemas, si hay otras cositas que atender, no las va a tapar, pero si te puede ayudar a pensar, sentir y decidir mejor.



¡Que tengas un buen entrenamiento!


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