En la búsqueda de un deporte para nuestros niños, siempre surge una pregunta... ¿cuándo será el mejor momento para iniciarlos? Esto se debe a que hay distintas cuestiones que nos generan inquietudes como padres, como la competencia, la disciplina, el entrenamiento, los desafíos y las actitudes que se deben afrontar, etc.

Sabemos que el movimiento en general es fundamental para la salud pero es mucho mejor cuando el mismo está a cargo de profesionales que tienen en cuenta el desarrollo motor y cognitivo de los chicos y que poseen el conocimiento sobre qué debe realizarse en cada etapa para potenciar su crecimiento de manera saludable, mejorar sus habilidades motrices/cognitivas y acompañar su formación como personas. Pero más allá de sus virtudes e importancia, sabemos que también nos interesa que ellos puedan divertirse.

La realidad es que el disfrute o mal rato de un niño que participe en alguna actividad física o deporte propiamente dicho, va a depender de los profesionales que tenga a cargo, del clima que se genere en las clases y de sus compañeros, principalmente.

Para comprender los conceptos, es importante diferenciar los períodos de “iniciación deportiva” y de “especialización deportiva”, ya que tienen diferentes exigencias y formas de llevar el proceso.

En la iniciación, el niño (también puede ser un adolescente) aprende las destrezas básicas de un deporte, mediante el juego y de acuerdo a sus posibilidades.

En la especialización deportiva se desarrollan y entrenan las capacidades técnico-tácticas y físicas, con el fin de lograr el mayor rendimiento posible en competencias regulares con reglamentos, categorías, etc. Para conseguir esto debe existir una maduración física, neurológica, cognitiva y psicológica así como un contexto social apropiado. Es por esto, que vamos a tratar el tema desde las perspectivas biológica y psicosocial.

En cuanto a lo biológico, son varios los aspectos que se deben tener en cuenta al hablar de madurez, cualquiera sea el fin. Se puede analizar al niño desde la madurez sexual, desde la edad cronológica y desde el crecimiento óseo, como base, entre otros factores. Es importante que se tengan en cuenta los mismos, ya que si se designaran actividades para las cuales el niño no está biológicamente preparado, se podría interferir en el proceso normal de crecimiento.

Nuestro organismo es una unidad, un sistema constituído a su vez por otros sistemas, los cuales, en algún punto, dependen de los otros. Por ejemplo, cuando hablamos de composición corporal, estamos haciendo referencia a la cantidad de masa muscular y de grasa corporal de una persona, la cual va a depender del sistema hormonal, óseo, nervioso, circulatorio, etc. y, obviamente, de los hábitos de esa persona.

Cuando un profesional elige qué ejercicio hacer, tiene en claro cómo evoluciona y se desarrolla el cuerpo de una persona, sabiendo que todas las funciones orgánicas tienen períodos de maduración, de optimización, de mantenimiento y, luego, de declinación. Algunos contenidos son prioritarios, porque sirven de base para seguir evolucionando. Por ejemplo, al momento de trabajar las capacidades motoras, debe saber que es fundamental ocuparse del equilibrio, la agilidad y la coordinación, para la adquisición y realización de los movimientos hábiles y reacciones rápidas. A su vez, para que esto ocurra, es importante la cuestión biológica, ya que es necesario que la mielinización de las fibras nerviosas se haya completado y esto sucede paulatinamente durante el período de crecimiento. Por esto mismo, reiteramos que la actividad física tiene que estar bajo la lupa de profesionales que tienen en cuenta qué se debe y puede fomentar según la etapa de desarrollo en la que se encuentre el organismo.

En cuanto a los aspectos psicosociales, a través del deporte se manifiestan muchas emociones. Se canalizan energías y angustias y se aprenden, a través del cuerpo, cuestiones físico/motoras, de inteligencia y de voluntad. Se atraviesan, de manera muy determinante, asuntos relacionados con la personalidad: a veces positivos y a veces negativos.

Como positivo, que los niños aprendan a manejar los logros y los fracasos, a valorar el esfuerzo, a practicar y prepararse para un fin, a convivir con un reglamento en un grupo social, a comprender lo que es justo y lo que no, a relacionarse con otros y, a su vez, a hacerse independientes. Sin embargo, lo negativo tiene que ver con que los niños a veces se encuentran presionados por su familia, por entrenadores o por otros adultos. Esto les causa estrés, angustia, miedos y depresión, entre otras consecuencias.

Cada niño es un mundo y su contexto particular, por lo que cada proceso también lo es y se vuelve difícil generalizar. Si bien podemos estimar edades aproximadas, sucede que para algunas cosas es muy temprano, pero para otras el niño se encuentra en un buen momento. Las edades que se suelen recomendar para la iniciación deportiva están entre los 5 y 7 años, mientras que para la especialización deportiva, entre los 8 y 12 años y se puede seguir mejorando durante la adolescencia. Aunque son muchas las variables que influyen, la idea es establecer un rango aproximado.

Teniendo en cuenta estos aspectos, podremos prevenir daños físicos, psicológicos, sociales y el abandono del deporte por parte de los chicos: el peligro no es el deporte en sí, sino el contexto. Entonces, busquemos ese deporte o actividad física en la que ellos se sientan felices, aprendan, sean desafiados y exigidos (porque pueden dar mucho), pero que a su vez estimule su crecimiento saludablemente y los proteja.