Un hecho que suele suceder cuando las personas comienzan a querer cuidarse y se someten a cierto tipo de programas, es que, inicialmente, bajan de peso realizándolo, pero cuando quieren retomar su vida rutinaria y vuelven a sus hábitos, o se alejan un poco, no solo recuperan el peso perdido sino que hasta inclusive lo aumentan. Esto es el conocido “efecto rebote”.

En este suceso cobra vital importancia el plan alimentario y el tipo de entrenamiento al que se decida proceder. Según la distribución de los macronutrientes, de la cantidad y calidad de los alimentos, del tipo ejercicio que se realice, en fin, del contexto de la persona en general, se pueden lograr cambios buenos o malos para el organismo a corto, mediano y/o largo plazo. 

Lo que decidas hacer va a determinar los resultados que obtengas, y a su vez, las consecuencias luego del programa elegido. Es tan así que podés ser más propenso a sufrir efecto rebote si no tomás buenas elecciones para tu cuerpo. Y...

El no comer o comer muy poco. Al principio podría ayudarte a bajar de peso, pero en realidad es dañino para tu cuerpo. Es muy común que las personas al comenzar a cuidarse intenten pasar horas y días comiendo muy poco, lo cual termina en un fracaso, ya que no es sostenible en el tiempo y, llegado el momento del hambre, éste suele ser voraz. Es casi seguro que, en ese momento, no sea posible medirse en la cantidad ni en los tipos de alimentos. Esto genera no solo sufrir el proceso, sino terminar abandonando sin obtener los objetivos previstos.

Lo peor es lo que le sucede a tu organismo al hacer esto. Al venir de una serie de hábitos pocos saludables y pasar a restringirse de mala manera, se enlentece el metabolismo, utilizando la menor cantidad posible de calorías disponibles en el cuerpo y buscando reservar todo lo que se consuma. Además le privás al organismo de nutrientes fundamentales, invitándolo a sufrir deficiencias de éstos.

También puede presentar los mismos problemas el hecho de que no se realice adecuadamente un plan de acción, cuidando la calidad y cantidad de los macronutrientes, aunque se comiera todos los días en el horario y cantidad de veces que está recomendado. Hay una cantidad de estudios que han demostrado que una alimentación muy baja en proteínas o grasas buenas genera problemas serios de ansiedad, depresión, falta de libido y pérdida de tejido muscular, lo cual es un dato a tener en cuenta.

El problema principal es que muchos programas se basan en resultados momentáneos, enfocándose en la pérdida de peso, es decir, solo en un número que indica la balanza. Sin embargo ¡es mucho más que eso! Primero que nada el enfoque debe ir hacia la reducción de la grasa corporal y el aumento de la masa muscular. Partiendo de la composición corporal obtendremos los cambios más significativos y duraderos. Y lo más importante de todo es que dará calidad de vida. 

Otro ítem, que es de los más importantes, es el relacionado al entrenamiento. Si se quiere bajar de peso de manera saludable, se debe pensar de qué está hecha esa pérdida (si es sólo agua, si es de grasa o de masa muscular, etc.) y también en lo que queda luego de la misma. Es por esto que si querés hacer las tareas bien, debés bajar de peso a costa del tejido adiposo. Para que sea de forma real y duradera, sin tener efecto rebote, sin enlentecer el metabolismo y sin problemáticas hormonales, debés pensar en construir masa muscular.

Es el músculo el que va a determinar qué metabolismo vas tener y, con ello, la capacidad del organismo de utilizar las calorías funcionalmente. Además, es el encargado de que tu cuerpo funcione bien, ahorrándote enfermedades que derivan en la falta de movimiento, a cambio de salud y, por supuesto, estética. Para conseguirlo es importante la elección del ejercicio a realizar, donde se debe buscar desarrollar las capacidades motoras del cuerpo, cumpliendo un papel prioritario la fuerza, pero trabajando todas en base a las necesidades de cada persona.

El cuerpo posee un sistema de regulación al que le preocupa mucho más perder grasa que ganarla, y esto es porque, si miramos al pasado y analizamos todo desde una perspectiva evolutiva, el tejido adiposo cumplía una función protectora. Tenerlo en su medida saludable lo protegía del entorno en el que se encontraba. Este tejido de supervivencia, debido al contexto para el que nuestros genes fueron creados, busca absorber, cuidar y conservar toda la energía posible porque entiende que puede necesitarla en algún momento. El hecho está en que debemos entender nuestros genes, los cuales son los mismos que hace tiempo atrás, pero en contextos distintos. 

Si sometemos a nuestro cuerpo a una restricción calórica mal hecha y sin el entrenamiento adecuado, el metabolismo se ralentiza, ya que es una de las poderosas armas del hipotálamo para reducir el consumo energético. Es por esto que, si después de una dieta inadecuada vuelves a tener las conductas previas pero con un metabolismo más lento, vas a acumular más grasa que antes. Entonces, ahí está el efecto rebote. Si encima este proceso de bajada y rebote se repite de manera continua, está comprobado que el cuerpo responde peor cada vez que se intenta, volviéndose más lento para perder peso y más rápido para ganarlo.