Es muy común escuchar que niños, niñas y hasta adolescentes rechazan las verduras.

Primero que nada, no debemos entender eso como un gusto de por vida, porque durante el crecimiento existen distintas transiciones de rechazo y aceptación, ya que justamente están conociendo y formando sus gustos y preferencias. Por eso es importante no darle connotación negativa a los alimentos dentro de la familia y fomentar que sean parte de la mesa diaria. Será difícil incorporar un alimento a un niño cuando sus principales modelos tampoco los consumen.

A veces los niños transcurren la etapa en donde prefieren unas verduras antes que otras y ¡esta perfecto! No hace falta que incorporen todo el abanico de colores ahora mismo, pero sí es importante que en la mesa familiar circulen todos, para que los peques sepan que están, que se consumen y que pueden probarlos cuando quieran. Se puede seguir dando el que prefieren e intentar que prueben, en distintas preparaciones, aquellos que no les atrae, pero nunca de manera forzada. Es fundamental no castigarlos con hacerles comer eso que no les gusta ni obligarlos, ya que se generará una idea negativa y eso es lo que no queremos.

Muchas veces el rechazo de un alimento nuevo viene también desde su forma de presentación. Es por ello que podemos innovar nuestras preparaciones, más que nada con las verduras cocidas como el zapallito o espinaca.

Se pueden hacer desde muffins, galletas, hasta panqueques. Los vegetales también pueden ir en jugos y preparaciones dulces. Las que mejor se adaptan a lo dulce son: zanahoria, calabaza o calabacín y la remolacha, que encima de ricos aportan un color natural muy vistoso. Existen moldes de muffins y cortantes con formitas para hacer la comida mucho más divertida. Podés preparar calabazas con forma de autitos, corazones o estrellas o hamburguesas con forma de flor, entre otras.

Es ahí donde la alimentación logrará significar algo agradable y necesario para estar sanos y fuertes.