Tanto los vegetales crudos como cocidos son alimentos saludables y tienen el mismo aporte nutricional. Aún así debés tratar de comer siempre de una manera inteligente, inclusive cuando se trata de vegetales. Comer inteligentemente es elegir alimentos que nos sacien, que ocupen mucho espacio en el estómago y que, además, den mayor trabajo digestivo.

La forma ideal de cocinar aquellos vegetales que no se consumen crudos (papa, batata, calabaza, etc) es al horno. Si los hervís, lo ideal es hacerlo con su cáscara. La cocción al horno permite que la fibra de los vegetales no se ablande o modifique tanto como en el hervor y que no pierda sus beneficios, tales como trabajo digestivo, gasto de calorías en su digestión y mayor tiempo de saciedad.

La mejor opción siempre es comer los vegetales en crudo, debido a que así conservan todas sus vitaminas y minerales y al organismo le cuesta mucho más trabajo digerir la fibra cruda, acelerando el metabolismo y manteniéndote saciado por más tiempo.

Si, por ejemplo, comprás un atado de espinacas y lo preparás en ensalada, la misma es muy voluminosa, lo que distiende el estómago y da mayor saciedad. En cambio, si sometés ese atado a hervor, queda muy poco de la misma. Otro ejemplo ocurre con la zanahoria: hervida sacia menos que cruda ya que pierde su líquido, se ablanda la fibra, pierde volumen y trabajo digestivo, pero no pierde sus calorías.

Siempre que elijas vegetales cocidos, procurá que haya vegetales verdes (espinaca, zapallitos verdes, espárragos, etc), debido a que éstos tienen menos carga glucémica. Una forma de medir las porciones es con las manos. En verduras crudas y/o verdes, todas las que entren en las dos manos abiertas. En verduras cocidas, las que entren en las dos manos hundidas.

De cualquier forma, lo importante es agregarlos siempre a tus comidas. El hábito de consumirlos se notará en los beneficios que te aportan.