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La salud de nuestros niños depende de nosotros

La salud de nuestros niños depende de nosotros

Nuestros niños, el tesoro de cada familia, son totalmente dependientes de nosotros: padres, madres, abuelos, tíos, profesores, médicos. Adultos, en general. Su salud, felicidad y futuro dependen de nosotros, de cómo y cuánto nos involucramos, asesoramos e intentamos ayudarlos en el transcurso de su vida.

De parte nuestra, como profesionales en el mundo de la nutrición y el entrenamiento, PEDIMOS A GRITOS que se tome consciencia de la importancia de involucrarse e instruirse sobre lo mejor para los niños. ¿A qué viene esto? A qué cómo sociedad algo estamos haciendo mal, ya que nos encontramos en una problemática de obesidad y múltiples enfermedades relacionadas con ésta, a causa de los hábitos poco saludables y la ‘’mala información’’ a nivel mundial. Nos encontramos ante una gran falta de educación en este aspecto, donde cada uno de nosotros tiene cierta responsabilidad.

Quiénes han estudiado e instruido en el ámbito, deben, en carácter obligatorio, informar a adultos sobre los hábitos saludables, además de llevarlo a la práctica en sus correspondientes ocupaciones. Cada familia debe pedir asesoramiento y llevar a cabo estos hábitos en sus hogares. Cada casa es el núcleo desde donde podemos combatir esta problemática.

Se debe tomar consciencia, ya que múltiples estudios han demostrado que las probabilidades de vida de nuestros niños han reducido drásticamente a causa del sedentarismo y de la mala alimentación. Es tan urgente atender estos problemas que su mensaje de auxilio es que nuestros hijos vivirán menos tiempo y con menor calidad que nosotros.

Para iniciar esta batalla contra la obesidad y todos los problemas que arrastra, como ser diabetes, hipertensión, síndrome metabólico, hipo-hiper tiroidismos y muchos más, vamos a hablar de uno de los pilares fundamentales: entrenamiento. Es de extrema importancia que nuestros chicos realicen algún tipo de ejercicio/actividad/deporte.

Cualquier tipo de entrenamiento que decidiesen realizar, ya sea un deporte, un profesor particular, las clases escolares, etc., debe ser un entrenamiento adecuado para su edad. 


¿Qué lo hace adecuado? 

Primero que nada, que esté planificado en macro y micro ciclos de acuerdo a las capacidades motoras a desarrollar propias de cada periodo de su vida. Debe constar de un proceso pedagógico para la adquisición y desarrollo de habilidades motrices básicas y hábitos en los niños desde edades muy tempranas. Hay estudios que dicen que los hábitos que no se forman desde pequeñitos, los condicionará para el resto de su vida. Para ello hace falta que crezcan en un ambiente que les ofrezca la medida adecuada de estímulos sobre movimientos y posibilidades de reacción, así como educadores comprensivos que sepan orientar cómo es conveniente el sano movimiento y actividad del niño.


Para ello vamos a hacer breves comentarios de carácter general sobre las características del desarrollo motor de cada etapa, junto a recomendaciones que consideramos pertinentes se tengan en cuenta para que ese desarrollo sea lo más óptimo posible.

Desde los 0 a 6 años de edad el fin a alcanzar en el desarrollo motor es el dominio y control del propio cuerpo, obteniendo del mismo todas sus posibilidades de acción. Sus movimientos tienen el objetivo de poder relacionarse con el mundo que lo circunda. Es importante saber esto para crear un ambiente que lo estimule a moverse y que en ese querer descubrir constante podamos variarle lo más posible los “obstáculos”. Todo tipo de movimiento juega un papel primordial en todo su progreso y perfeccionamiento, desde los movimientos reflejos primarios hasta llegar a la coordinación de los grandes grupos musculares que intervienen en los mecanismos de control postural, equilibrios y desplazamientos.

Algunas actividades pueden ser, por ejemplo, cuando los niños están aprendiendo a desplazarse de pie y buscan hacerlo empujando sillas, ir cambiándole ese peso a empujar, para que vaya ganando más fuerza. Otra es cuando ellos quieren alcanzar cosas y buscan treparse, ir variándole la altura de eso que buscan. 

Recuerda que cada intento de ellos de conectarse con el mundo es una prueba, si la consiguen confirman que pueden y vuelven a intentarlo, hasta probarse más allá. Busquemos que puedan desafiarse y sentir que pueden en ese ambiente en el que ellos se desarrollan.

Desde los 6 a los 12 años, es fundamental el trabajo de la coordinación para una correcta evolución del resto de capacidades y habilidades motrices. Además, es primordial el desarrollo de las habilidades y destrezas básicas, ya que este periodo se caracteriza por la estabilización, fijación y refinamiento de los movimientos del niño. Es así que el entrenamiento debe disponer primero que nada trabajos de coordinación básica, porque la misma tiene la capacidad de organizar, controlar y regular todas las acciones motrices y le dará el nivel de control de los movimientos y ejercicios, junto a la capacidad de adaptación e improvisación ante una situación presentada. Los juegos, actividades o lo que fuere deben obligatoriamente desarrollar las habilidades motrices básicas como caminar, trepar, correr, saltar, lanzar, etc. Paulatinamente, de acuerdo a la evolución de los mismos, se irán incluyendo las capacidades coordinativas específicas, las cuales requieren un contexto motor más concreto y son las siguientes: equilibrio, la combinación motora, la orientación y la relación espacio-tiempo, etc.

Se torna más que importante trabajar además las capacidades motoras como la  fuerza, utilizando el propio cuerpo para lograr un mejor dominio del mismo, la velocidad, siendo ésta la fase sensible, por ende ideal para su desarrollo. También flexibilidad, ya que les permitirá aumentar el rango y amplitud de cada movimiento, los ayudará en la prevención de lesiones y fomentará la construcción de ciertas proteínas elástico-contráctiles necesarias para una musculatura adecuada.

Desde los 10, 11, 12 años se busca fomentar la resistencia aeróbica principalmente, para luego a los 14 prestar principal atención a los trabajos anaeróbicos. Esto se debe a que el organismo del niño no está preparado para trabajar este tipo de resistencia antes. Una vez superado este periodo, se incluyen trabajos combinados de estas resistencias, con cambios de ritmo, dirección y ejercicios más específicos.

Desde los 14 comienza un periodo óptimo para el aumento de masa muscular por una cuestión hormonal, por lo que es importante aprovecharlo con actividades que involucren a la misma, creando adaptaciones para luego desde los 16 ya poder utilizar pesas que, si se controla y se dosifica adecuadamente, no tendrían por qué traer ningún tipo de problemática.


Durante todo el desarrollo de los chicos se debe prestar atención a que los mismos tengan:
  • Actividad física mínimo 3 veces por semana.

  • El tiempo de la actividad física no debe ser menor a 40 minutos hasta los 11-12 años, y de una hora para el resto de su vida.

  • Dentro de esa actividad física o deporte, no se deben dejar de lado los contenidos propios de cada edad como ser las habilidades motrices, las capacidades motoras, los trabajos coordinativos, etc.

  • Las actividades deben ser variadas, desde ejercicios puntuales a circuitos, todo tipo de juegos e iniciación deportiva.

  • El entrenamiento debe estar planificado a corto, mediano y largo plazo en micro y macro ciclos. Un entrenamiento no planificado no es consistente, ni sabe hacia dónde apunta, además de no tener en cuenta la evolución de cada niño para poder superar etapas y pasar a otras.

  • El entrenamiento debe ser controlado por un profesional que sabe lo que hace y presta atención al desempeño del niño.

Empezar en casa

Por último, nos interesa recalcar una vez más la importancia de que el cambio comienza en cada familia. Los hábitos se aprenden en la casa. Si como padres damos un mal ejemplo, comiendo frituras todos los días o premiando a nuestros hijos con chocolates y hamburguesas; o no los incentivamos a moverse dejándolos horas y horas con los videojuegos, nunca van a saber que eso está mal.  

Debemos alentarlos a moverse, aunque los cambios socioculturales nos lleven a quedarnos cada vez más quietos. Sabemos que afuera está más peligroso que antes, por ende nuestros chicos no pueden salir a jugar libremente como lo hacían, moviéndose todo el día. Sí sabemos que es más seguro tenerlos jugando a la play. Sí sabemos que un club puede llegar a ser caro o estar lejos. Pero también sabemos que si no logramos que ellos se muevan desde chiquitos, su futuro no será el más conveniente.

Si como adultos, capaces de discernir entre lo bueno y lo malo, no elegimos lo adecuado para nosotros por nosotros, lo hagamos por ellos.

El niño aprende imitando a sus ídolos que adivinen quiénes son... sus padres. Ve los movimientos de otros niños, de los hermanos, de los adultos y, sobre todo, de la madre. La visión y el contacto son grandes estímulos para ellos y los movimientos que perciben sensorialmente (por los sentidos) incitan a la imitación, sobre todo si al principio van unidos a invitaciones, alientos y promesas.


Entonces, busquemos formas de fomentar el movimiento: se puede jugar en la casa, salir con ellos a caminar, andar en bici… a ejercitarse en familia.

Compartamos lo bueno, premiemos lo que nos hace bien y prohibamos lo que realmente hace mal.
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