Es un aceite refinado y muy oxidable con la acción del calor, aire y luz, por lo tanto, perjudicial para la salud, porque al oxidarse sus moléculas generan compuestos como peróxidos, aldheidos y cetonas. Estos dan lugar, en el organismo, a compuestos tóxicos, como los radicales libres. Al cocinarlo, aún más se generan estos compuestos dañinos para la circulación sanguínea y para otros sistemas. Si bien contiene ácidos grasos insaturados, no se debe abusar de su consumo, y se tienen que incorporar esos nutrientes en otras fuentes menos refinadas.

No es obligado su consumo, ya que muchas otras fuentes más naturales tienen excelentes aportes de estos nutrientes (semillas, frutos secos, aceite de oliva, etc.). Si se desea, no consumir más de 2 cucharadas por día, en crudo, y en lo posible elegir otros tipos de aceites como el de oliva, extra virgen.